Tema 2: La canción como objeto de estudio
Lecturas:
- CUESTA, Ó. J., & GÓMEZ, A. (2013). La presencia del pensamiento narrativo en la letra de las canciones. Poliantea, 9(17), 153-170.
- DALBOSCO, Dulce M. (2021) La letra de la canción como objeto de estudio: el caso del tango canción [en línea], en Oceánide, 14, pp. 67-76.
- GÓMEZ CAPUZ, J. (2009). Las letras de canciones de pop-rock español como textos poéticos: un modelo alternativo de educación literaria para ESO y Bachillerato. Tonos digital: revista de estudios filológicos, (17), 12.
- GÓMEZ CAPUZ, J. (2004). La poética del pop: los recursos retóricos en las letras del pop español. Anales de Literatura Española, N. 17 (2004); pp. 49-72.
- LÓPEZ, Irene (2013) Consideraciones en torno a la canción como objeto de estudio. Jornaler@s Revista científica de estudios literarios y lingüísticos, Vol. I, No. 1, p.1-14.
- MUÑOZ-HIDALGO, Mariano (2007). Bolero y modernismo: la canción como literatura popular. Literatura y lingüística, (18), 101-120.
Un análisis literario de RKT, de L-Gante
Análisis literario
El narrador se construye como un sujeto atravesado por un contexto social específico: la vida en la calle, la fiesta, el consumo de drogas, y la constante confrontación con el entorno. En términos literarios, podríamos hablar de una voz narrativa que asume una subjetividad autosuficiente y desafiante, en la que la construcción del "yo" está profundamente marcada por la resistencia a la norma y la afirmación de un estilo de vida alternativo.
Este "yo" se configura en función de su relación con la fiesta y el placer, ya no como hecho literario, sino como rutina, desdibujando las fronteras entre lo extraordinario y lo cotidiano. La vida en la calle, en este sentido, no se presenta como una desviación, sino como una norma.
Se inscribe así en la tradición literaria del realismo urbano, hiperrrealista, naturalista, un realismo que se presenta como reflejo fiel de la vida cotidiana de las clases populares o sectores marginalizados, con el impulso de retratar una realidad urbana sin mediaciones románticas ni idealizaciones. Las imágenes de la letra nos sumergen en un universo de marginalidad, donde lo ilícito y lo festivo coexisten. La canción podría entenderse dentro de una variante del realismo sucio, una corriente literaria que se centra en lo crudo, en lo que está más allá de las convenciones morales o sociales aceptadas. La estética del exceso y el desenfreno, así como el lenguaje despojado de adornos, podrían leerse en esta clave.
El espacio urbano, como escenario literario, no es meramente un telón de fondo, sino un elemento activo que define la identidad de los personajes. Es donde el sujeto individual y colectivo afirma su existencia, se autovalida. La calle, la fiesta, el coche deportivo, todos son escenarios que configuran un espacio literario en el que se juega la experiencia del placer y el riesgo. Este espacio urbano puede leerse como un reflejo de una literatura que, desde Baudelaire hasta autores contemporáneos, ha utilizado la ciudad como un lugar de encuentro entre el deseo y la alienación. La ciudad es un lugar de ambigüedades, donde el peligro y el placer conviven, y donde el protagonista encuentra su propio sentido de autonomía.
En este marco, el cuerpo es un elemento central, tanto en su relación con el baile como con el placer. Se convierte en un espacio de autoafirmación. El deseo es representado sin restricciones ni moralidades, en un contexto donde el baile y el consumo de drogas son vías para alcanzar una forma de libertad que la sociedad niega. El placer corporal se plantea como un objetivo en sí mismo, pero también como una forma de escape ante la precariedad de la vida cotidiana. Este enfoque en el cuerpo y el deseo puede vincularse con tradiciones literarias que exploran el hedonismo y la búsqueda del placer como eje de la experiencia humana, desde el "Carpe Diem" renacentista hasta las narrativas contemporáneas que exploran el placer como vía de escape de una realidad opresiva.
En consonancia con el realismo, utiliza una métrica libre y un flujo de palabras que buscan imitar la cadencia del habla oral. Este uso de la oralidad como estrategia poética es fundamental para comprender cómo se inscribe dentro de una tradición literaria en la que el lenguaje cotidiano se convierte en materia prima del arte. La cercanía con la oralidad también nos recuerda las literaturas populares, que priorizan el impacto sonoro y el carácter performático del texto.
Esta canción dialoga con otros textos de la cultura popular. La intertextualidad no es explícita, sino a través de su referencia implícita a un universo cultural compartido, donde el reguetón, el rap, la cumbia y la cumbia villera se cruzan.
La construcción del héroe
La construcción literaria del héroe en "RKT" de L-Gante se inscribe dentro de un imaginario que vincula estrechamente el poder adquisitivo alcanzado y la lealtad al barrio como ejes. El héroe es una figura “superior” (en la virilidad, lo sexual y lo económico) pero, al mismo tiempo, profundamente enraizada en los códigos colectivos del barrio y la cultura popular.
El poder económico se convierte en un recurso clave para la constitución de este héroe. Lejos de operar como una figura contradictoria con los valores barriales, es su hiper-expresión. Recordemos que todo héroe encarna los valores de una sociedad, sus aspiraciones, las normas y principios que estructuran y guían la vida colectiva. En su figura se proyectan los ideales que una comunidad, de forma consciente o inconsciente, considera dignos de admiración, emulación y, en algunos casos, sacralización. El héroe se convierte en un modelo arquetípico que resume las características más apreciadas por un grupo social, ya sea en términos de virtud, coraje, resistencia o, como en el caso de figuras contemporáneas como el protagonista de "RKT" de L-Gante, una representación de la transgresión legitimada desde lo marginal. Su existencia y accionar permiten a la sociedad establecer un espejo en el que se reflejan tanto los valores vigentes como los conflictos y tensiones latentes en ese mismo tejido social.
El héroe de "RKT" reivindica su lugar desde una posición de poder que se legitima a través del consumo ostentoso y la capacidad de dominar el espacio social inmediato. Frases como "Siempre andamo' activo pa' lo' Philli', pa' la' gata'" o "Acá llueven la' mishi', mishi', lo alumbro con mi brillo, brillo" revelan una conciencia clara del poder que se ejerce a través del consumo, el lujo y el acceso a bienes y servicios que, en el imaginario barrial, se convierten en símbolos de éxito y estatus. El héroe, entonces, se distancia del prototipo clásico del marginado que sufre su exclusión; por el contrario, construye su identidad heroica a partir de la apropiación y exhibición de un poder material que lo coloca en una posición de superioridad frente a sus pares.
El protagonismo del poder adquisitivo no es, sin embargo, una simple celebración del consumo o de la acumulación de bienes. En el contexto de la canción, este poder se inscribe dentro de una lógica de supervivencia y resistencia. El héroe de "RKT" no acumula riqueza para integrarse en los circuitos tradicionales del éxito burgués, sino que utiliza sus recursos para afirmar su lugar en un sistema que lo ha excluido, mientras refuerza los lazos con su comunidad. La exhibición del poder adquisitivo es, entonces, una estrategia de resistencia simbólica, una forma de decir: "Estoy aquí, sobrevivo, y tengo la capacidad de imponer mis propias reglas."
Por ello, este poder adquisitivo no lo aísla de su comunidad. En la construcción del héroe en "RKT," la lealtad al barrio emerge como un elemento fundamental. Este protagonista no busca abandonar el espacio que lo ha formado; su heroísmo radica precisamente en mantenerse fiel a los códigos del barrio y reforzar su identidad en la pertenencia a una colectividad que comparte sus experiencias y su lenguaje. La frase "Esto no e' letra, e' rutina" evidencia cómo su modo de vida, aunque transgresor y marginal desde la perspectiva hegemónica, es parte de una cotidianidad que se vive con orgullo y que reafirma su sentido de pertenencia a un grupo que opera bajo sus propias normas y valores. El héroe de "RKT" no se erige como una figura solitaria o excepcional, sino como el representante de una colectividad que valida y celebra su comportamiento. En este sentido, la lealtad al barrio es, paradójicamente, una forma de consolidar su poder individual al mismo tiempo que reafirma su lugar en el grupo.
La lealtad al barrio se convierte en un elemento crucial para entender la dualidad del héroe en "RKT". Aunque transgresor y hedonista, el héroe no traiciona sus orígenes ni busca escapar de ellos. En lugar de aspirar a una movilidad social ascendente que lo lleve a otro espacio, el héroe se mantiene fiel a los valores y códigos del barrio, lo que refuerza su identidad y le permite navegar con éxito en un mundo donde las reglas formales han perdido su significado. El héroe de "RKT" no es un outsider que rechaza completamente el sistema, sino un insider de la marginalidad, que maneja las dinámicas de poder a su favor mientras reafirma su lugar en una comunidad que lo respalda y lo valida.
Finalmente, la construcción literaria de este héroe también se apoya en un uso estratégico del lenguaje, que lo conecta directamente con los códigos de la calle y la cultura popular. El uso de términos coloquiales y modismos propios del mundo marginal urbano refuerza la autenticidad y representatividad del héroe y su pertenencia a un contexto donde el poder no se mide en términos institucionales, sino a partir del prestigio simbólico que otorgan sus pares. El héroe de "RKT" se define, en última instancia, no por su capacidad de ajustarse a las reglas de la sociedad formal, sino por su habilidad para imponerse en el espacio social informal, donde la lealtad, la ostentación del poder adquisitivo, y el dominio del cuerpo y el lenguaje son los principales mecanismos de validación.
Análisis sociodiscursivo
Esta narrativa de ruptura frente a un sistema que se percibe como fallido se manifiesta como demanda de cambio radical que brota desde las márgenes de la sociedad. O, por lo menos, es una afirmación de la identidad en un contexto donde el sistema tradicional ha fracasado en ofrecer oportunidades o bienestar. La ruptura con las normas se celebra como una forma de sobrevivir, un rechazo a los caminos convencionales que no parecen llevar al progreso personal ni colectivo. En ese sentido, la actitud del protagonista de la canción se alinea con el eslogan "que se rompa todo" como una manera de romper con lo existente, no solo por desesperación, sino como una búsqueda de una nueva forma de ser y estar en el mundo.
Cuando jóvenes populares argentinos apelan a la idea de "que se rompa todo" están articulando un sentimiento que, en parte, se asemeja a la narrativa de desafío y resistencia que encontramos en las canciones de L-Gante. La política tradicional, al igual que las normas morales y sociales, se perciben como algo que ya no tiene valor, que no responde a las necesidades de estos sectores, y que, por lo tanto, debe ser desmantelado, incluso si eso implica un caos o una crisis mayor. Lo que subyace a ambos discursos es una búsqueda de una ruptura total con lo establecido, porque lo que existe – sea en la política o en la vida cotidiana – ha fallado en ofrecer un futuro viable.
El realismo sucio presente en "RKT" – con su cruda representación de la vida en la marginalidad, el consumo de drogas, el baile desenfrenado y el placer inmediato – encuentra eco en el mal-estar, la percepción de que el orden social y político actual es irrelevante o disfuncional para ciertos sectores populares. El "que se rompa todo" no es simplemente una demanda nihilista o destructiva, sino una afirmación de que el sistema vigente no tiene ya nada que ofrecer, y por tanto, es mejor apostar por el aquí y ahora, el carpe diem. En la canción, esta ruptura con lo convencional está asociada al exceso, a una vida donde las normas morales tradicionales son desechadas en favor de una inmediatez hedonista, que puede ser vista como un paralelo al anhelo de algunos jóvenes por un cambio drástico, aunque no esté claro qué vendrá después.
Además, el protagonismo del cuerpo, expresa una visceralidad, un deseo de acción inmediata y cambio tangible en el aquí y ahora. Tanto en la canción como en el acto político, hay una renuncia al cálculo y una adopción de lo que se siente como un impulso auténtico, aunque ese impulso no siempre siga las lógicas convencionales de lo político o lo social.
Hay un sentimiento colectivo de exclusión, pero también de resistencia activa (si entendemos como norma la moral, la estética y las culturas dominantes). En la canción, los códigos de la calle y la fiesta se convierten en formas de crear comunidad, de habitar un espacio compartido donde las reglas no escritas son más relevantes que las leyes formales. En el plano político, también hay un intento de construir una nueva comunidad política de los marginados del sistema actual, una comunidad unida no tanto por un programa político, sino por un rechazo compartido a lo que el sistema ha representado hasta ahora.